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18 marzo 2006

ZP y los Honoris Causa

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Aquellas universidades españolas tomadas por la izquierda y donde han establecido sus feudos son las encargadas de otorgar honores culturales a los suyos y ampliar una elite intelectual progresista bastante desacreditada.

En primer lugar Carrillo, el asesino de Paracuellos que al parecer no tiene más méritos para un doctorado de los que tenía cualquier nazi responsable de la muerte de miles de personas. Porque no parece que ser una reliquia de la guerra civil o haberse dejado perdonar –sin haber tenido nunca intención de pedir perdón– por quienes querían enterrar las diferencias entre españoles y olvidar cuanto les enfrentó en el pasado, sea suficiente para merecer tal distinción.

Ha pasado el tiempo y España, de la mano de la progresía, vuelve poco a poco a aquella época en que la Iglesia era perseguida y la derecha había de ser extinguida. La izquierda abre nuevamente las zanjas de la “memoria histórica” y reclama homenajes nacionales a los suyos. Carrillo, por su parte, se ha limitado a vegetar sin haber hecho méritos para otra cosa que para un funeral ateo. Sin embargo, además de descabalgar a Franco como regalo, los suyos le regalan un doctorado tan inmerecido como ridículo. A tal Señor, tal honor.

En segundo lugar, Serrat, el frustrado eurocantante que tenía vocación de aldeano catalano-hablante y que por ello no hacía galas más que en Cataluña.

Mientras Serrat alardeaba ante Iñigo –famoso presentador de TV– de que «no canto en castellano porque no me da la gana...» andaba preparando un par de temas en castellano a ver si lo elegían para representar a España en el Festival de Eurovisión de 1968. La pela es la pela.

Una de las canciones de Serrat fue la escogida pero aquel festival de la canción celebrado en Londres, que pasaría a la historia como el del escándalo. Cuando todo estaba ya organizado, Joan Manuel Serrat anunció su voluntad de cantar su canción «La, la, la» en catalán o no ir a Eurovisión. A sólo once días del Festival, Serrat, en una carta abierta a la opinión pública, decía al director general de RTVE que si no le autorizaba a cantar en catalán, renunciaría y, después de haber hecho giras promocionando la canción por veinte países y sin tiempo material para sustituciones, los dejaría plantados.

Pero la chantajista maniobra planteada a última hora le salió mal. TVE contestaba con un comunicado que concluía así: «TVE no entiende la razón por la cual puede pretenderse que una canción escrita originariamente en castellano y así presentada por sus autores y por el intérprete debe traducirse a la lengua catalana para ser ejecutada en un certamen internacional.»

Y no fue. Massiel ocupó su puesto en la capital británica y ganó. Para Serrat, aquello fue una historia en la que «lo importante para mí era lo que había de lenguaje y de cultura desplazada y oprimida.»

Después de aquello, Serrat fue vetado en Televisión Española hasta el 81 ya que, mientras tanto, en 1975 sus declaraciones contra el régimen de Franco, realizadas en Méjico volvieron a cerrarle no sólo las puertas de la televisión y la radio, sino las de la frontera.

Pero ahora gobiernan los suyos en toda España, los nacionalistas catalanes, que deben haber sentido placer haciendo que sea una universidad “española” y no catalana la que le rinda honores y dignifique con otro doctorado, también despilfarrado en otro personaje irrelevante para España, mientras se ignoran a otros de auténtica importancia y méritos.

Lo que pasa es que esos otros personajes olvidados no suelen ser lamebotas del poder.

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