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11 febrero 2006

ZP el ególatra

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Otra de las "virtudes" que adornan a nuestro sonriente presidente por accidente es su egolatría. Está poseído de sí mismo. Jactancioso y petulante hasta el ridículo, se cree llamado a ser el líder cuya obra será recordada durante décadas y efectivamente así será, pero no por las razones que cree sino por su nefasta gestión.

El narcisismo del presidente Rodríguez está pasando a ser el más caro de la Historia. Su afán de poder y gloria nos está costando a los españoles una fortuna, además de los daños irreparables que sus carencias como estadista y su nula representación de los intereses españoles están causando.

Resulta inexplicable que el responsable de mantener la indivisibilidad de España sea el mismo que conspira para hacerla divisible. A ello se añade que lo hace de espaldas a la ciudadanía perjudicada, en secreto y sin contar con ella para modificar desde unas leyes regionales las leyes nacionales que tanto costó consensuar. Y lo hace con una gran dosis de endiosamiento, con una sonrisa de suficiencia que hace todavía más incomprensible tanta incoherencia y contradicción.

Pudiera ser que fuera inconsciente del papel que está haciendo, tan alejado de la ética exigible al cargo que ostenta, pero no, sabe perfectamente que a quien mejor representa es a las nacionalidades periféricas y a las minorías separatistas, a quienes está entregado y a las que por anticipado y sin verla apoya cualquier reivindicación, sea antiespañola, insolidaria o desintegradora de la Nación española y si no ha ido por el camino de la inconstitucionalidad es porque no le han dejado, no por falta de intenciones ya que sigue intentando disfrazar la ilegalidad para colárnosla.

Y todo ello para gozar del poder. A costa de todos nosotros, de nuestra pérdida de identidad y de nuestro bolsillo y bienestar.

Su actuación no resiste un análisis imparcial y ni muchos menos justifica que pueda estar satisfecho de sí mismo. Su vanidad y aires de salvador carecen de fundamento ya que está privado de las mínimas aptitudes para el cargo. Es torpe, improvisa día a día incluso desdiciéndose y no tiene el sentido de Estado imprescindible para el gobierno de un país, así que no sé de qué se ríe ni por qué está encantado de haberse conocido.

El presidente Rodríguez derrocha arrogancia y bajeza a partes iguales mientras trata de convencernos que hemos de estarle agradecidos por su labor, que no podríamos salir adelante sin él y que, naturalmente gracias a él, España está mejor que nunca y el mundo es mejor.

La egolatría política es la visión distorsionada de la realidad que lleva a creer que los demás están obligados a aceptarnos, que nuestras decisiones siempre son las acertadas y las mejores; es pensar que el mundo no podría arreglárselas sin nosotros; que todo cuanto suceda a nuestro alrededor requiere de nuestro protagonismo, que los hechos no son importantes en sí mismos si nosotros no participamos en ellos. Cualquier oposición y sus opiniones carecen de importancia.

Es el uso y el abuso del “yo” y de "mi Gobierno"; es la vana creencia en nuestras virtudes. La egolatría es egoísmo, es desconocer la existencia, los afanes y las vicisitudes de los ciudadanos, de los otros; es no saber escuchar y olvidarse de que uno es un servidor de quienes decidieron con su voto ponerlo en el sillón presidencial y que se está en el cargo para llevar a la práctica los deseos y anhelos de la mayoría. Llegar a creerse que como simple administrador de la comunidad nacional puede uno gastar y repartir su dinero como quiera es de estúpidos y sinvergüenzas. A todo ello llamo egolatría pero tiene otros nombres menos líricos que no hace falta explicitar.

El tal Rodríguez se cree el mejor del mundo, sí, pero en aquellos aspectos que los demás despreciamos.

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