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07 enero 2006

ZP y la milicia amordazada

El Teniente General Mena Aguado, cumpliendo su deber en defensa de la Constitución y sancionado por ello

Cuando derribaron un helicóptero en Afghanistán, lo primero que hicieron fue prohibir a los militares implicados que hablasen sobre el particular y entonces ya comenté que no sabríamos la verdad hasta que alguno de ellos saliera del ejército y se liberase de tales "obligaciones". Ahora, próxima su jubilación, un alto mando ha tenido la oportunidad de hablar y ha dicho lo que todos callan por órdenes superiores y miedo a las represalias.

Que los progresistas hicieran el juego al presidente Rodríguez ZP, que se declara rojo de solemnidad y dedica sus esfuerzos a que España vuelva a la situación que hubiera tenido si no hubieran perdido la guerra civil, era algo que debíamos esperar, así que los ataques al Teniente General Mena no podían faltar. Lo curioso es que el ministro Bono y el mando superior del General Mena, el también general Félix Sanz Roldán, se habían manifestado en anteriores ocasiones con declaraciones del mismo tono.

El teniente general del Ejército de Tierra y general jefe de la Fuerza Terrestre, Don José Mena Aguado, ha afirmado durante su discurso en Sevilla con motivo de la Pascua militar que si algún Estatuto de autonomía sobrepasa los límites de la Constitución, el Ejército tendría que intervenir ya que el artículo octavo de la Carta Magna encomienda a las Fuerzas Armadas la misión de «garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad y el ordenamiento constitucional» y recordó a los militares –aunque el recordatorio sirve también para ZP y los suyos– que «No olvidemos que hemos jurado o prometido, guardar y hacer guardar la Constitución. Y para los militares, cualquier juramento o promesa constituye una cuestión de honor».

Tanta contundencia en recordar a los militares cual es su principal misión, no podía por menos que provocar la airada respuesta de aquellos que miran para otro lado mientras el poder político se confabula para sortear la Constitución que deberían defender y por ello, el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz Roldán ha propuesto al ministro de Defensa la destitución de quien les ha dado una lección de integridad. Félix Sanz Roldán es el mismo que hizo declaraciones criticando las relaciones entre España y Estados Unidos en el plano militar porque "damos mucho y recibimos poco", afirmaciones que fueron calificadas por el PP de “inoportunas y alejadas de la verdad”.

Naturalmente, tanto el Gobierno como la progresía han coincidido en calificar de "inadmisibles" e "inaceptables" las declaraciones del Tte. General Mena. Desde los comunistas, Gaspar Llamazares, que afirma que tales manifestaciones son "contrarias a la Constitución" hasta los separatistas vascos, Anasagasti, que lo califica de "general absolutamente trasnochado y fuera de la realidad política", todos se han apresurado a pedir sanciones para quien ha tenido la valentía de poner sobre la mesa lo que el totalitarismo de izquierdas no quiere oír y le gustaría amordazar.

Es cierto que no corresponde a las Fuerzas Armadas valorar o criticar la gestión del Gobierno, pero el Teniente General Mena cuando cita el artículo 8 de la Constitución no hace otra cosa que recordar a la institución militar cuales son sus obligaciones, lo cual desde un alto cargo del Ejército es obligado y meritorio aunque estando en manos de un gobierno totalitario resulta peligroso. Es por ello que el Tte. Gral. Mena ha sido un molesto ejemplo de rectitud y valor para otros mandos que aunque le imputan injerencias en política, son ellos los que han politizado el cargo desde el momento en que sus criterios obedecen más a razones políticas que castrenses.

También el Tte. Gral. Mena se encargó de aclarar las razones de su alocución: «Es nuestra obligación alertar de las consecuencias que podría acarrear una propuesta como la del proyecto catalán», lo cual, teniendo en cuenta que los militares son los garantes y custodios de la Constitución e integridad de la Nación, hablar de los riesgos que se corren no es una "intromisión inaceptable" sino una exigencia del cargo y por ello no hay razón alguna para la represión.

Si el superior del Tte. Gral. Mena –el general Félix Sanz Roldán– actuase con honestidad e hiciese honor al código militar, nunca hubiera visto motivo alguno de sanción sino de reflexión, pero no hay que olvidar que este general, ascendido al empleo de Teniente General en mayo de 2004 y nombrado Director General de Política de Defensa en esa misma fecha (nada más tomar posesión del Gobierno los socialistas y una de las primeras medidas adoptadas por el presidente Rodríguez), debe su ascenso y sus cargos –actualmente Jefe del Estado Mayor de la Defensa– a Zetapé y está claro que su actuación respecto del Tte. Gral. Mena estará en línea con las consignas del Gobierno, al que sin duda siempre ha tratado de complacer. En otro caso no ocuparía el cargo.

Por otro lado, si bien corresponde al Tribunal Constitucional determinar si la Constitución ha sido vulnerada o no, corresponde a los militares evitar que eso suceda. Guardar y hacer guardar la Constitución no significa otra cosa y el Tte. Gral. Mena, según se desprende del texto íntegro de su discurso, más que amenazar con una intervención militar, se ha limitado a recordar que, llegado el caso, la Constitución obligaría a intervenir a los militares, aunque no dice que debieran hacerlo por su cuenta y al margen del poder civil. Ahora corresponde a los políticos poner límites a sus insaciables deseos de reinar en feudos propios y no cruzar las barreras que obligarían al Ejército a cumplir con su deber respecto a España.

Pero no hace falta el dictamen del Tribunal Constitucional para saber que la integridad territorial de España está en peligro y no sería necesario esperar a que tan politizado y dúctil tribunal se pronunciase a la vista de los acuerdos adoptados por el Parlamente, sino que desde el mismo momento en que fuera aprobada una Ley que atentase contra la soberanía o el ordenamiento constitucional, los militares estarían inmersos en las obligaciones que para ellos estipula la Constitución. Otra cosa es que tuviesen que esperar instrucciones para intervenir por parte del mismo Gobierno que infringió la Constitución, las cuales, lógicamente, nunca llegarían.

Si el Ejército envía ese aviso al ejecutivo y este insiste en romper España, no podría hablarse de una antidemocrática intervención militar sino de la destitución de un Gobierno que traiciona el cometido para el que fue elegido, que no es otro que procurar lo mejor para todos los españoles –y no para unos pocos en perjuicio de la mayoría– y conservar la integridad de la Nación en todos los aspectos. Y para ello no hace falta hablar de golpismo sino que nuestros gobernantes cumplan también con su obligación de garantizar la soberanía e independencia de España, así como defender la indisoluble unidad de la Nación española y el ordenamiento constitucional, guardando y haciendo guardar la Constitución en lugar de buscar resquicios para burlarla.

Ni más ni menos que lo que el Tte. General Mena ha recordado muy oportunamente a la vista de los acontecimientos por los que atraviesa España, aún a costa de ser sancionado por cumplir con su deber.

El Teniente General Mena merece nuestro respeto y admiración, porque decir la verdad cuando sabemos que nos pesará es la mejor prueba de honradez y honestidad. Si a ello añadimos el honor y el valor de sus actos, encontraremos razones para estar orgullosos de la inmensa mayoría de nuestros militares.

Para los demás, gobernantes, políticos y militares que no cumplen sus juramentos y ejercen el poder con deshonor, nuevamente nuestro desprecio.

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