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23 febrero 2006

ZP y Felipe

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El socialista Felipe González, antiguo presidente del Gobierno bajo cuyo mandato se organizó el GAL, encargado de acabar con ETA a base de asesinarlos en lugar de hacerlo al amparo de la ley y que fue expulsado del poder por los niveles de corrupción de su Gobierno, que alcanzaron hasta al Vicepresidente, se ha dirigido al PP durante un acto en Vitoria para sentenciar que «"El Gobierno tiene la responsabilidad de conducir la lucha contra el terrorismo, y la oposición tiene la responsabilidad y la obligación democrática y moral de apoyarle incluso cuando se equivoca."»

Los gobernantes, generalmente individuos que no se ven como simples administradores por cuenta ajena sino como reyezuelos facultados por el cargo para disponer a su antojo de los bienes que les han sido confiados, suelen llegar al poder gracias a su labia para embaucar. Son los ganadores entre los mejores charlatanes de su partido y una vez lanzados a hablar son capaces de decir cualquier estupidez, como que la oposición tiene la obligación de apoyar al Gobierno en la lucha antiterrorista aunque se equivoque.

El problema está cuando en lugar de luchar contra el terrorismo el Gobierno se pliega a su chantaje. En ningún caso hay obligación ni democrática ni moral de apoyar la rendición de la nación a quienes la han estado dinamitando.

La oposición está para contener los excesos del Gobierno y oponerse a todo cuanto menoscabe la Constitución, vaya en detrimento de los derechos ciudadanos o de cualquier otra forma la actuación del Gobierno perjudique a la nación, pero nunca la oposición ha de apoyar ninguna de tales perversiones, así que cuando el Gobierno se equivoca tan gravemente, la oposición debe exigirle que rectifique y eso es lo que se está haciendo y pidiendo por la mayoría, incluso en manifestaciones multitudinarias.

Pero las banalidades de Felipe González no acaban ahí y advirtió también de que «"la división de los demócratas es el riesgo más serio del fortalecimiento de los terroristas"». Claro que esa advertencia estaba dirigida sin duda al presidente Rodríguez, auténtico responsable de haber fortalecido a la banda terrorista y a los nacionalistas con una política de entrega y sumisión que lógicamente debía provocar el desacuerdo de la mayoría y la división de los demócratas.

Su ejemplar discurso, dirigido a los demás, también le alcanza a él mismo ya que se muestra democráticamente dividido respecto a su colega el actual presidente Rodríguez. El ex presidente del Gobierno se posicionó en contra del optimismo de Rodríguez afirmando que no comparte su esperanza y convicción sobre el principio del fin del terrorismo ya que aunque llevemos mil días sin víctimas mortales, como repite insistentemente el Gobierno, «"no hay que olvidar que antes hemos tenido 10.000 días con víctimas."» Su plática resulta incongruente dado que no es coherente mostrarse dividido para condenar la división entre demócratas.

Tonterías aparte, el presidente por accidente es cuestionado incluso por los suyos y ya ni siquiera los convence con sus “ataques de optimismo”, fruto de la ilusoria realidad en que vive. Mientras España se despierta con las bombas que ETA no ha dejado de poner, Rodríguez nos sigue embaucando con sus mensajes de paz inminente a pesar de que los escombros causados por el amosal y la cloratita le desmienten.

Sin duda, lo contrario del éxito no es el fracaso sino la resignación. Los españoles podremos sobrevivir al fracaso ante el terrorismo, pero no estamos dispuestos a aceptarlo resignadamente. Hasta el último minuto estaremos en contra de una negociación de tú a tú entre el Estado español y una banda terrorista. No nos resignaremos a que se negocie en nuestro nombre.

Desde luego, por muchas frases pomposas que nos endosen, no en nuestro nombre.

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