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25 febrero 2006

ZP y el capitán Rodríguez -2ª parte

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Como continuación del anterior artículo de este mismo título, donde el abuelo de Zetapé aparecía como un hombre de honor según la imagen de hombre bueno que se nos ha transmitido, traigo aquí la otra versión, la de la gente que le conoció.

Los detalles de la verdadera personalidad del Capitán Rodríguez explican sobradamente por qué fue fusilado. La versión sin manipular de su biografía nos aleja del hombre de honor que los publicistas vendidos al poder han compuesto para nosotros. El auténtico Capitán Rodríguez, al parecer, era tan despreciable como tantos otros y este sí, este es el abuelo que mejor se ajusta al nieto que conocemos, lleno de rencores.

Este es un post de Juan Martínez, de Asturias, que figura en “Cartas de los lectores” - Libertad Digital.– http://www.libertaddigital.com/php3/cartas.php3#1930


El abuelo de zETAp

Cuentan los ancianos del lugar que allá en la serranía leonesa, durante la Guerra Civil, una partida de milicianos andaba a la captura de un grupo de falangistas, cuando toparon con uno de ellos que se había quedado rezagado de sus compañeros. Los milicianos se dispusieron a fusilarle cuando el comandante bajo cuyo cargo estaban les ordenó que, en lugar del fusilamiento, le enterraran en el suelo de forma que sólo saliera fuera la cabeza, y practicaran con ella el tiro al blanco.

Semejante angelito, que hoy dejaría en pañales a esos que se dedican a la decapitación en nombre de Alá, fue fusilado, sí, por los nacionales, después de un Consejo de Guerra, que esa es la parte que no se cuenta. El caso es que los ancianos del lugar, o al menos uno de ellos, tuvo ocasión de contar esta historia a dos compañeros periodistas, trabajadores en un grupo mediático que no se distingue por su proximidad al PP, que acudieron en busca de testimonios que avalaran la imagen de alma cándida del citado comandante, cuyos descendientes adoran de él su pasión por los humildes, y hacen de su memoria una guía de sus actos. Un espíritu candoroso cuyo recuerdo mejor permanecería enterrado, al igual que los de aquella contienda que sólo traen tristeza y amargura.

Animales hubo en los dos bandos, y seguro que ejemplos como el citado se podrán contar por miles a uno y otro lado de esa línea divisoria que es el odio. Por eso a esos muertos, a sus fantasmas y a sus espíritus es mejor enterrarlos y dejarlos descansar en paz, porque resucitarlos puede llegar a ser peligroso. Por cierto, no publicaron la historia”. Perdónenme que me cite a mí mismo, pero esto lo escribía yo en las páginas de El Confidencial tal que un mes de octubre del año 2004 y ahora vuelve a estar más de actualidad que nunca. Sustituyan, eso sí, donde dice comandante por capitán, dado que ésa era la graduación del personaje de esa historia de quien la biografía oficial dice que murió un mes de agosto de 1936 fusilado por no traicionar a la República. Parece ser, por lo que he podido ir averiguando después, que en el poco tiempo que pasó desde el inicio de la guerra hasta su fusilamiento, la práctica del tiro al blanco sobre las cabezas de sus enemigos enterrados fue una práctica habitual llevada a cabo por este hombre, que luego transmitiría a sus herederos un ansia infinita de paz. ¿Que por qué lo cuento? No he sido yo el que he vuelto a traer a la memoria colectiva los desmanes de una guerra que se llevó por delante la vida de cientos de miles de españoles de uno y otro bando, sino el presidente Rodríguez al comparar la muerte de su abuelo fusilado en la Guerra Civil con las víctimas de ETA, y hacerlo delante, precisamente, de quienes han sufrido en sus carnes la huella imborrable del zarpazo del odio terrorista. Y se quedó tan pancho.

Juan Martínez – Asturias


A cuanto dice esta carta puede añadirse que el capitán Juan Rodríguez Lozano fue uno de los que participó en la represión contra los mineros asturianos levantados en armas el 5 de octubre de 1934 contra el Gobierno de la República, a consecuencia de la huelga revolucionaria planeada por el PSOE y la UGT.

La hoja de servicios del capitán Lozano que se guarda en el Archivo Militar de Segovia habla de esta historia desconocida, muy distinta a la que el presidente Zapatero ha referido siempre. Zapatero nunca ha contado que su abuelo participó en la represión contra los mineros asturianos, dirigida por el general Francisco Franco, incluso escapó con vida de un fuerte tiroteo contra los insurrectos izquierdistas. Este hecho, sin duda alguna, pudo haber marcado de forma muy diferente el devenir político de su nieto, que siempre ha sentido el fusilamiento de su abuelo por los franquistas como el origen de su posición política.

Si además de un sádico asesino, era un represor –según terminología empleada por los propios socialistas– lo mejor que podía hacer el presidente Rodríguez es no mencionar a su abuelo. Como tantas veces, el presidente Rodríguez habla demasiado y se olvida que también existió gente que conoció al capitán Rodríguez y que la verdad, tarde o temprano, sale a relucir.

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